martes, 1 de junio de 2010

¡La hora del tiempo!

Podría decirse que son relojes de otro mundo. Nada que ver con ésos que se compran porque el colorado se puso de moda ni con aquellos que cada dos por tres se quedan sin pila o simplemente se rompen. Estos están en otro nivel, son considerados verdaderas obras de arte y cotizan a valores siderales: U$S 6.500, el más económico.

Y para hablar de ellos, y conocerlos, nada mejor que viajar a Suiza: la capital mundial del tiempo. Estando allí, más precisamente en Ginebra, donde a principios de año se desarrolló la XIX edición del Salón de Alta Relojería, comprenderemos cómo se arman estas pequeñas máquinas creadas con técnicas del siglo XVI, a las que los especialistas continúan sumándoles nuevas funciones a sus ya intrincados engranajes.

Para esto contamos con la ayuda de una marca que nació justamente en el corazón de Suiza, hace ya 135 años, Audemars Piguet, una manufactura que continúa en manos de las familias fundadoras y que mantiene intacta la mística y la pasión de los viejos relojeros.

Desembarcar en el país alpino para sumergirnos en el mundo de los relojes es una experiencia única. Más si tenemos la fortuna de llegar al pintoresco poblado de Le Brassus, en el valle de Joux, en un día cálido y soleado para amanecer al día siguiente con un paisaje majestuosamente blanco gracias a una copiosa nevada que nos dejará boquiabiertos.

MINUTO A MINUTO. El primer paso para entender cómo se hacen estos relojes es ver cómo máquinas híper sofisticadas producen las partes más grandes del reloj, por ejemplo, las cajas. Ese diseño bruto luego será refinado por verdaderos artistas. En este sentido, AP se esfuerza día a día por introducir innovaciones en cuanto a los materiales que usan. Justamente fue esta marca la primera en crear un reloj en acero con las mismas técnicas y acabados que se les dan a los que se hacen con materiales preciosos. Lo bautizaron Royal Oak y en 1972 revolucionó la industria. Hoy, lo más novedoso es el carbono forjado: simples fibras (hilos) de este material que tras recibir un tratamiento a altas temperaturas se convierte en un elemento absolutamente resistente y liviano.

Luego se hacen todas las piezas redondas que más tarde integrarán el corazón del reloj: tuercas, ruedas y tornillos que se miden en micrones: ¡una milésima de milímetro! Estos pequeñísimos componentes son sistemáticamente bañados en aceite (paradójicamente en grandes máquinas) para facilitar luego la lubricación de la maquinaria de las horas y los minutos. Además, las piezas se manipulan a mano, para evitar rayarlas. Otro dato para entender la complejidad de estos relojes es saber que cada AP cuenta con un mínimo de 200 y un máximo de 648 piezas. Y si bien la mayoría de estos engranajes no se verán una vez que el reloj esté armado, el tratamiento que se le da a cada parte es asombroso; muchas cuentan con pulidos, grabados y hasta incrustaciones de piedras preciosas. Con semejante proceso de fabricación, es comprensible que esta marca sólo disponga de una producción de 25.000 relojes por año para todo el mundo. De este total apenas el 30 por ciento es consumido por las mujeres. Los especialistas aseguran que el desafío para los próximos años es justamente aumentar el interés femenino.

EL PACIENTE SUIZO. Una vez que las piezas fueron diseñadas y decoradas manualmente llega el momento de armar el reloj en sí mismo o, como dicen los expertos, montar los movimientos. A cada relojero le puede llevar entre dos semanas y un mes armar un movimiento. Le llaman movimientos a las distintas funciones que se le van sumando al simple hecho de dar la hora y los minutos: fecha, cronómetro, alarma, fases lunares, entre otras. Un reloj completo puede demorar alrededor de cuatro meses. Entre las virtudes más importantes de quienes se dedican a esta tarea se encuentran la buena visión (por más que todos se ayudan con lupas) y el buen pulso. No obstante, Sonia Aïdoun (30) que hace 7 años trabaja en AP sostiene: “Para mí la virtud principal de un relojero es la paciencia. La vista también es importante, pero creo que la destreza de las manos es algo que se puede mejorar muchísimo con técnica y experiencia. Un relojero es como un buen vino, cuanto más grande mejor. Por eso comenzamos a trabajar desde tan jóvenes”, explica ella en un alto de su trabajo que se inicia a las 7 de la mañana y termina alrededor de las 4 de la tarde.

Una vez que el corazón del reloj está listo le llega el turno a Octavio García, director artístico de Audemars Piguet, encargado de la estética exterior. “Trabajamos mucho con la compu, con imágenes en 3D y debemos ser muy exactos porque nada de lo que hagamos debe afectar el exacto funcionamiento de los movimientos”, explica en sus oficinas de Le Brassus, pequeña campiña donde hace 135 años se fundó la marca y donde hoy viven alrededor de 1.300 personas. Allí, en 1992, se construyó una nueva y moderna fábrica concebida bajo los cánones de la sustentabilidad. “Tratamos de usar la menor cantidad de energía –asegura el suizo Daniel Saugy, secretario general de la Fundación Audemars Piguet–. Es un edificio levantado en fibrocemento que se mimetiza con el paisaje. Se usaron maderas de especies que no están en peligro y se pintó completamente al agua para evitar los químicos. Somos la industria que mayor nivel de ecología tiene en toda Suiza”, concluye orgulloso.

Una vez que el reloj está listo pasa por estrictos controles de calidad, se le agregan las correas (que se hacen en otra industria) y finalmente sale a la venta. AP tiene 3 boutiques en todo el mundo (una en Ginebra y dos en Estados Unidos, en Nueva York y Miami) y alrededor de 550 puntos de venta en todo el mundo (6 en nuestro país). “En 2009 presentamos 8 novedades en el mercado, además de las ediciones limitadas –detalla Octavio García, norteamericano instalado desde hace varios años en Suiza–. Estas ediciones especiales pueden tener 150 relojes, como la que estamos por presentar en Buenos Aires para el Bicentenario. Se trata de un Royal Oak Offshore que en su reverso tiene grabado el Cabildo. Idearlo nos llevó 3 años.” ¿Su precio? En acero y titanio costará U$S 35.000 y U$S 50.000 la versión en oro rosa... No son tan caros si tenemos en cuenta que el AP más sofisticado y con brillantes supera el millón de dólares.

Ya tenemos el reloj listo para salir a la venta. No obstante, esta marca cuenta con otro gran plus que la aventaja sobre las demás. En el antiguo edificio –construido en 1765– todavía se mantiene el museo privado (no abierto al público) que resguarda más de 500 piezas antiguas e históricas y el taller de reparación de relojes antiguos. En este último nos recibe un encantador español que hace ya varios años se instaló en Suiza para seguir su pasión por estos increíbles medidores del tiempo. “Suiza tiene un gran prestigio a la hora de reparar relojes antiguos y, por este motivo, personas de todo el mundo recurren a nosotros para ello –explica Francisco Javier Pasandin Nuñez, miembro del taller de restauración de piezas antiguas y cabeza de un grupo de relojeros que se forma especialmente para reparar–. Solamente abrir el aparato y descubrir cuál es el problema puede demandarnos unas 200 horas de trabajo. El arreglo puede consistir desde una simple limpieza hasta la confección de piezas antiguas que hacemos aquí mismo, con las mismas herramientas que hace 100 años.”

Y como siempre un videito, es de un grupo mexicano llamado monocordio y la cancion se llama escalera, ¡que buena cancion!





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